miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Conoces la inteligencia sexual?

Entre dos, la matemática se hace fácil, sumando encuentros y multiplicando el placer. Derrochamos oratoria, hablando tiernamente o sucio según sea el caso; desafiamos la física con nuevas posiciones y probamos cualquier fórmula para no perder la química. En definitiva, el sexo es empírico. Pero siempre queda espacio para aprender.


Tántrico, casual, extramarital, de reconciliación… ¡Tiene un sinfín de apelativos y clasificaciones! Hasta de débil y fuerte lo hemos tildado en el afán de demostrar la supuesta supremacía de géneros. Pero nunca nos hemos preguntado qué tan inteligente es nuestro sexo. No malinterpreten, seguramente muchos —y en eso me incluyo— hemos cuestionado el razonamiento detrás de las decisiones tomadas antes, durante y después del coito; o hemos dado un repaso a lo aprendido en la pubertad sobre reproducción/enfermedades y los métodos anticonceptivos o profilácticos. Sin embargo, eso no lo abarca todo. Ni siquiera es suficiente complementar con la información más gráfica e ilustrativa, disponible en libros, revistas, películas y la siempre libertina Internet.


El conocimiento carnal no es uno que pueda ponerse a prueba en un examen. Ni puede evaluarse con base a cuántas posturas del “Kama Sutra” se conocen, en el sentido más bíblico de esa palabra. Va más allá del instinto y el desenvolvimiento entre las sábanas. Este tipo de inteligencia guarda mucha relación con otra que se conoce como emocional y que fue descrita, hace relativamente poco, por el psicólogo Daniel Goleman. Ambas vienen a completar el cuadro de las inteligencias múltiples propuesto por Howard Gardner, el cual comprende unas más académicas, como la lingüística o la matemática, que otras más profundas y existenciales como por ejemplo, la interpersonal. Según Gardner, estas competencias pueden desarrollarse y combinarse de un modo distinto en cada quien, pero son las que nos permiten conocer el mundo de la misma forma. Sin duda, el sexo forma parte de esto. Además de ser una de las actividades naturales más placenteras para el ser humano, como función biológica es el único garante para la supervivencia de la especie. De allí que Sheree Conrad y Michael Milburn, una pareja de psicólogos norteamericanos, consideraran pertinente introducir el novedoso concepto de “inteligencia sexual”.


En el libro que lleva el mismo nombre, los autores lo definen como la capacidad que tiene una persona de conocer y saber lo que le gusta, así como también de comunicarse con los demás, con el fin de complacer sus deseos y los del otro en cada encuentro. Como toda lección, suena sencillo en teoría pero en la práctica lleva su tiempo. Y así lo confirman algunos de los descubrimientos publicados en este texto. Como material de investigación, Conrad y Milburn realizaron una encuesta a 500 hombres y mujeres, con distintas ocupaciones y edades, con el fin de estudiar sus apetencias en materia sexual. Lo que encontraron fue que, aunque 75% de los encuestados respondió que el sexo era importante o esencial, paradójicamente, para más de la mitad era causante de estrés; menos del 25% dijo encontrarse satisfecho, mientras que 42% manifestó falta de libido, 57% declaró no poder alcanzar el orgasmo y casi un tercio confesó que a veces no lo encontraba placentero. Pero aún hay más. La mitad de las mujeres jóvenes reportó relaciones dolorosas, mientras que 33% de los hombres entre 18 y 29 años reconoció tener problemas para lograr o mantener la erección. Al parecer, eso de identificar y decir lo que nos gusta no se nos da tan bien, o no somos tan “inteligentes” como pensábamos.




Agradecemos a Jiancarlos Bustillos

Fuente: http://bit.ly/1gLAuWp

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