martes, 26 de agosto de 2014

Punto y final a la procrastinación

Punto y final a la procrastinación


Se acumulan tus problemas porque no les pones solución?, ¿llevas tiempo queriendo realizar alguna actividad pero nunca te pones a ello?, ¿esperas que se resuelvan solas situaciones que te causan ansiedad o incomodidad?, ¿tardas en pedir cita para ir al médico?, ¿te gustaría cambiar de trabajo o de pareja pero día a día te repites que no es el momento adecuado?, ¿tiendes a dejar para el último momento tus obligaciones y luego te arrepientes?… si te ocurre esto puede que se haya apoderado de ti la procrastinación.


No se trata de una enfermedad ni de un trastorno psicológico, sino del mal hábito de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. En algún momento a todos nos sucede que aplazamos tareas desagradables u obligaciones de cualquier ámbito de nuestra vida porque no queremos hacerlas, pero hay personas que han convertido la postergación en su modo de vida. Una vida que siempre está rodeada de actividades poco placenteras ya que nunca se ocupan de ellas. Se marcan metas o actividades que o bien no quieren realizar hoy, pero esperan que más adelante sí, aunque ese momento no llega nunca, o bien si les gustaría pero las tareas intermedias para lograr ese fin no son de su agrado, o no se sienten preparados, o no saben cómo hacerlas, o están cansados o cualquier motivo que justifique no hacerlas hoy.


Aplazar las tareas que no nos apetecen hacer es una forma básica de evitación, pero lo único que evitamos es hacerlas en el momento, porque nos estarán esperando más adelante. No solo no se trata de una decisión inteligente, sino que además produce principalmente tres consecuencias negativas:



  • Ansiedad : pensamos continuamente en aquello que tenemos que hacer y no nos apetece, anticipamos posibles obstáculos o fracasos, añadimos emociones negativas más intensas de lo que realmente son, y cuanto más aplazamos, mayor es la urgencia por llevarlo a cabo, con lo que surgen problemas como prisas, exigencias, malestar que se convierte rápidamente en tensión y preocupaciones.



  • Culpa: este sentimiento aparece porque son tareas que queremos hacer. Por ejemplo, quizá no queremos realizar una llamada para solucionar errores en alguna de nuestras facturas y lo vamos dejando. Pero sí nos gustaría solucionar el problema y esa llamada es parte del proceso. De modo que nos sentimos culpables por no hacerlo. La culpa es una emoción compleja que ya trataremos en otro artículo.



  • Inmovilización: tenemos un objetivo que queremos o debemos conseguir, pero no nos apetece hacerlo en este momento. ¿Qué hacemos? Generalmente nada. No utilizamos ese tiempo en solucionar otros problemas que teníamos pendientes, ni en actividades placenteras, sino en perder el tiempo. Realizamos actividades vacías que no aportan nada pero nos quitan tiempo y únicamente son útiles para podernos justificar.


En otras ocasiones la procrastinación se utiliza para justificar una mala ejecución. Es decir, si algo sale mal siempre podemos echar la culpa a que no hemos tenido tiempo suficiente, o la preparación suficiente o la presión. Presión precisamente que ha surgido gracias a nuestra dejadez. Nos resulta más fácil culpar a nuestra mala planificación del tiempo que a no ser capaces de hacer bien una tarea en la que hemos invertido mucho esfuerzo.


Aunque las excusas del procrastinador son interminables y pueden tener cierto peso, pero por lo general se trata simplemente de evitar situaciones que nos causan incomodidad. Precisamente lo que teme el postergador es la incomodidad. ¿Qué tiene de malo no estar cómodo en todo momento? ¿No somos capaces de tolerar la incomodidad? Mucha gente cree que no.


Está claro que hacer dieta, realizar estudios, cambiar de trabajo, hacer ejercicio o estar solo son situaciones que pueden incomodar, pero si realmente queremos conseguirlo ¿qué sentido tiene que lo posterguemos? ¿es mejor empezar la dieta y pasarlo mal mañana en vez de hoy?


Para poner remedio a este problema que tanto nos limita, podemos seguir las siguientes pautas:



  • Vivir el momento presente: centrarnos en las tareas agradables y desagradables que vamos a hacer hoy. El día es muy largo y podemos llenarlo con situaciones cómodas en las que nos sentimos seguros y también con otras que no nos apetecen tanto. No se lo pongamos difícil a nuestro “yo” de mañana. Cuanto antes nos ocupemos de estas tareas, mejor.



  • Diferenciar claramente los objetivos que queremos lograr, de las actividades desagradables pero necesarias para su consecución. Recordad esos objetivos para motivaros y alejar el pensamiento de que todo se solucionará sólo.



  • Organizar de antemano las tareas a realizar, siendo flexibles pero firmes. Si hemos decidido hacer algo, hagámoslo.



  • Descomponer los asuntos a tratar en pequeñas tareas, más fáciles de asumir y que supongan menor esfuerzo. ¡Divide y vencerás!



  • No anticipar niveles altos de malestar, aburrimiento, cansancio o malos resultados antes de hacer la tarea, porque de nada sirve anticiparlo salvo para pasarlo mal en el momento presente.



  • Refuérzate cuando finalices cada una de las pequeñas tareas. De esta manera, sabemos que vamos a pasarlo un poco mal haciendo algo que no nos apetece, pero después…premio.


Para vencer la procrastinación contamos con un arma muy poderosa. Se trata de nuestra mente, que nos permite ser creativos y buscar la manera de manejar los estímulos que nos rodean y los que podamos imaginarnos, para transformar una actividad desagradable en una experiencia entretenida. La manera obligada de terminar este artículo es: Acaba con la procrastinación ¡hoy!


Imagen: Corbis Images


*Raúl Gutiérrez es psicólogo y autor del libro Autoestima, habilidades sociales y asertividad.


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