La conversación con este polifacético actor venezolano nos mostró cómo vincula sus dos pasiones: la psicología y la actuación.
De familia española, nacido en Venezuela. Sócrates inició sus estudios de actuación en el Taller de Creatividad Teatral del Grupo Actoral 80. Muy pocas personas conocen que, además de destacarse en las tablas y pantallas, es psicólogo graduado de la Universidad Central de Venezuela y creador de la metodología TEA (Talentos En Acción) para el desarrollo humano a través del psicodrama.
Luego de adentrarse al mundo de la actuación, se retiró por más de una década para dedicarse a su rol de psicólogo. Realizó especializaciones y se desempeñó en el campo laboral —tanto a nivel clínico como industrial.
Su regreso al entretenimiento lo hizo por la puerta grande con el filme ganador del Premio Goya en 2013 en la categoría de mejor película hispanoamericana: Azul y no tan rosa. Después de este triunfo no duda ni por un instante quedarse en el medio hasta sus últimos días.
¿Cómo descubres el psicodrama?
En mis estudios de psicología. Es una forma de terapia, una herramienta que recurre a la dramatización como camino de catarsis para resolver los problemas. Para mí, ha representado un cambio de vida. He descubierto la manera de vincular mis dos pasiones: la actuación y mi carrera.
Entonces, ¿es este el idilio perfecto entre ambas pasiones?
Claro, es una manera de hacerlo. Sobre todo, cuando no estoy actuando. Yo estuve doce años dedicado a mi profesión, específicamente a la psicología industrial. Ese momento fue una posibilidad para seguir actuando. Yo iba a empresas y a través del psicodrama se diagnosticaban o se desarrollaban las habilidades y talentos de las personas en las organizaciones.
¿A qué le teme Sócrates Serrano?
Un poquito a la vejez. Porque soy una persona muy activa. Me gusta hacer varias cosas a la vez y temo a que los años me impidan seguir siendo como soy. Aún me faltan muchas cosas por hacer.
¿A quién admiras y por qué?
Admiro muchísimo a mi mamá. Es una persona que —con un nivel de instrucción muy bajo— salió de un pueblo del norte de Galicia buscando futuro en América y sacó adelante a una familia completa. Siempre buscando lo mejor tanto para mí como para mi hermana. Mi mamá nació en plena Guerra Civil Española, en un entorno complicado. Mucho de lo que vivió es lo que inspira mis acciones. Por ello, uno de los valores que están más presentes en mi hogar es el de la perseverancia.
¿Qué te hace feliz?
¡Actuar! La actuación le da sentido a mi vida.
En “Azul y no tan rosa“, se trata el tema del bullying y la intolerancia, ¿te son cercanas estas situaciones?
Por supuesto, cuando era niño viví ‘bullying’ por racismo. Yo era el único niño blanquito en mi salón de clases y mis demás compañeros eran morenitos. Además era gallego y gordito. Por otro lado, en mi casa siempre nos fomentaron el gusto por las artes y las carreras humanísticas y eso era percibido por los demás niños como una debilidad. Así que por muchos años fui señalado por mis compañeros.
¿Qué cambió en ti luego de haber interpretado a Fabrizio en “Azul y no tan rosa”?
Me abrió los ojos ante la cantidad de personas que yo estaba representando con mi personaje. Fabrizio era un reflejo de intolerancia y rechazo social. Luego del estreno de la película yo empecé a recibir correos de personas que se me acercaban con sus historias y agradecimientos por haber interpretado a este personaje. Me decían que reivindicaba muchos de los casos de rechazo por preferencias sexuales.
Recientemente participaste en el montaje de la obra “Los hombres no mienten” ¿Crees que una relación puede sobrevivir sin ninguna mentira?
La obra plantea que hay mentiras que son preferibles mantener e incluso verdades que es mejor callar. Sobre todo, en las relaciones de pareja y por eso fue una pieza teatral tan premiada cuando se estrenó en 2009. Hay mentiras que son necesarias y la verdad absoluta es virginal. No quiere decir que no tengamos que ser honestos, pero hay cosas que forman parte de nuestra vida íntima que no tienen que ser conocidas por las personas que nos rodean. Para preservar un estatus, hay mentiras que tienen un sentido.
¿Qué importancia tiene la estética en tu vida?
Para nosotros, los actores, es fundamental. Últimamente, los directores de ‘casting’ deciden más por la apariencia física que por el talento. Ese es un mal que tenemos hoy en el teatro, cine y televisión. Pero para nosotros nuestra fachada es importante para optar por algunos personajes. Yo me cuido mucho desde ese punto de vista y prefiero mantener las características físicas más versátiles posibles que me permitan representar múltiples personajes
¿Cuáles son los tips que aplicas para estar en forma?
Para mí es importante no cometer excesos. Actualmente, estoy en un entrenamiento físico fuerte y una alimentación bien sana, ya que mi próxima interpretación me exige estar delgado. Cuido mucho los carbohidratos, trato de comerlos en las mañanas, al mediodía de forma moderada y en las noches mis cenas se basan en proteínas y vegetales. Aunque me encantan los dulces y chocolates, trato de evitarlos.
¿Qué proyectos están por venir?
A partir del 18 de julio estreno “Crimen y castigo”, un clásico de Dostoievski, en una versión moderna dirigida por Juan Souki. Estaré haciendo las veces del personaje principal: Raskólnikov. Representa un reto actoral. Compartiré cartelera junto a Prakriti Maduro y Carlos Sánchez Torrealba. Una semana después arrancaré con las grabaciones de la película “El Show de Willy”, dirigida por Fernando Venturini —en la que estaré con un rol protagónico.
Agradecemos a Jiancarlos Bustillos
Fuente: http://bit.ly/1gLAuWp






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