martes, 3 de junio de 2014

Crecer con papá

Si bien es la fortuna biológica del embarazo la que presenta la maternidad a las mujeres, la paternidad, por el contrario, resulta de una construcción ardua que nace de la cultura y del momento histórico.


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En la antigua Roma, el padre era la gran guía de sus hijos y su mentor. Una figura embestida de no poca ceremoniosidad y que, generalmente, estaba lejos de ser vista de forma cariñosa. Sin embargo, tenía una presencia muy marcada dentro del cuadro familiar y social de la época. Fuerza e influencia. Este pater familias, como se le denominaba, se ha transformado varias veces a lo largo del tiempo —a diferencia de la figura de la madre, que se ha mantenido más o menos estable de centuria a centuria, o al menos fue así hasta su reciente inserción en el mercado laboral, cuya presencia se robustece en el XX.


A este rol de guía y tutor, como añadidura, se le suma también el del gran proveedor material. El que lejos o dentro de casa trabajaba para sostener a la familia y asegurarse de que nunca le faltara nada. La cosa se ha perpetuado pero no es sino hasta el siglo pasado, con el tráfago del comercio, la industrialización y modernización de sistemas, que empezó a forjarse una reputación tergiversada. Esa de que el padre poco estaba presente en casa, que no se ocupaba realmente de sus hijos en términos de educación y formación y que sólo aparecía para pagar las cuentas o cambiar los bombillos.


No obstante, una buena noticia ha sorprendido a la base de la sociedad, la familia. En las últimas decenas, el escenario paterno vuelve a modificarse en función de las circunstancias sociales y culturales de gran parte del mundo: la madre, quien históricamente había estado reservada para las labores domésticas y el cuidado de los niños no sólo comenzó a votar y a participar de forma activa en la política y en la sociedad, sino que también comenzó a trabajar fuera de casa. Porque sí, siempre ha trabajado. Ante este nuevo panorama, el papá moderno se vio obligado a redefinirse, y allí está: metamorfoseándose en la era del cambio.


Ahora bien, pese a las transformaciones, el padre ha sido, per secula seculorum, el sustento de eso que conocemos como autoridad. De acuerdo al experto en asesoría familiar, Álvaro Sierra, no es otra cosa que un valor, que es servicio y que, a su vez se promueve. “Es, en definitiva, un ejemplo que debe ser transmitido”, comenta. Aunque el padre no es el único que puede ejercer la autoridad en la casa, es importante que éste enseñe a sus hijos el ejercicio adecuado de la autoridad en distintos ámbitos de la vida. Explicar qué son las normas, los deberes y las obligaciones y, sobre todo, el compromiso que implica la autoridad.


El del siglo XXI


En Venezuela, como en muchos otros países del mundo, pero sobre todo en América Latina, la figura materna priva en la mayoría de los hogares. En otros es él la primera autoridad de la casa. Ello varía en función de las características particulares de cada caso, de su presencia o no en el hogar y de las circunstancias detrás de ello. Pero en términos generales, del padre se desprenden mayormente las nociones de respeto, rectitud y esfuerzo.


Pero no es secreto para nadie el hecho de que su figura ya no es tan cercana a la imagen tradicional de disciplina que tenía —no significa que han perdido peso e importancia dentro de la dinámica familiar. El papá de hoy participa más activamente que nunca en las labores del hogar: va al mercado, cocina, limpia, se ocupa de la salud de su prole y también toma posición en su vida emocional.


Estos, sus nuevos roles, han modificado por completo el significado de su figura, la relación con la madre y, por supuesto, con los hijos. Este nuevo lugar que ocupa, y que muchos especialistas afirman que aún está en construcción, tiene cada vez más seguidores.




Agradecemos a Jiancarlos Bustillos

Fuente: http://bit.ly/1gLAuWp

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